Jorge Arias: poesía piedra sobre piedra

Escribe | David Marroquí Newell


Jorge Arias (Montevideo,  12 de abril de 1931) es abogado desde 1956. Fue cronista del diario El Bien Público (1952 – 1954), escribió en la página literaria de Marcha (1957), en 1984 dirigió la página cultural de Asamblea, de 1986 a 1987 fue crítico de teatro en Brecha. De 1988 a 2013 fue crítico de teatro de La República, en Montevideo. En la actualidad escribe para Noticias Teatrales, en España. Publicó poemas: Cinco poetas jóvenes (1960), Piedras de toque (1969; 2º Premio del concurso del Ministerio de Educación y Cultura en 1972), Piedras libres (1973), Piedras de canto (1976), Piedras de pie (1993) y Piedras en el aire (2012), los ensayos Telas de juicio (2012) y Dos o tres lecturas de Onetti (2018) la biografía de Federico Mertens El embrujo de la escena (2000) y sus Piedras completas (2019).

Jorge Arias es poeta. Es poeta por su inmensa trayectoria; es poeta porque juega con la palabra lírica, aquella que sale de dentro, aquella que es prácticamente inasible como las auroras crepusculares de los recién nacidos. Conoce la palabra, admira al verso, hace migas con él y también se enemista antes de sacarlo a la luz, ya completamente compuesto. Juega con la palabra como los poetas de la vieja escuela, aquellos para los que la poesía manaba informe pero que el poeta debía canalizar; y sólo canalizando esas aguas se hacía uno poeta. En su estilo podemos apreciar que bebe de la poesía modernista, y de la tradición que le precede, adaptándola al propio de su generación, versos que siempre tenemos que tener presentes los que venimos después, porque la poesía, la literatura, es un aprendizaje, una carrera de relevos, en la que todos los poetas debemos recoger el testigo de los que nos precedieron, para entregarlo a los que nos sucederán.


[symple_toggle title=»La Fuente» state=»closed»]

En la fuente se exalta la soledad del  agua.
Una onda de  brisa mece la cabellera
de la virgen que surge y se entrega a los aires
voluptuosa de nada, para volver a sí.

El árbol incesante, sin pausa deshojado
ha fatigado al día. La noche se adormece
acunada a lo largo de su flanco estrellado
por el canto monótono que la fuente devana.

Plateada melodía con que celeste lira
Interroga al espacio que calla y nos devuelve
Los derrotados trinos y en el silencio vierte
La reflexión continua de las ruinas del día.

De Piedras de toque (ediciones de la Banda Oriental, 1969)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»En la mañana» state=»closed»]

Las muchachas aun húmedas por las telas del sueño
barren como arrojando al viento sus deseos
basura de las noches
Es un oscuro canje
Abramos nuestras manos rueden las aguas
y el fresco de la noche
los ojos en las nubes recibirán su premio
Una  tristeza fina llueve sobre la tierra
El sol se tranquiliza bebiendo en las esquinas
los ruidos de la calle tratan de armar el mundo
Ya es bastante alegría
La luz nos enceguece
El alma de la noche se evapora en los ojos
La  mañana nos bebe en una sola copa
No llegamos a estar a la altura del mundo
sino cuando apuramos toda la eternidad
Mientras tanto flotamos en un líquido impuro
Navegando vacíos como nueces cascadas
Porque antes de la noche nos esperan las horas
No  deben marchitarse hay que ponerles algo
para que el mundo gire y las lágrimas vuelvan
Un cielo como un mar sorbe nuestros deseos
El agua de la noche se ha secado en los techos
El mediodía nos espera muertos

De Piedras de toque (ediciones de la Banda Oriental, 1969)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»Canción» state=»closed»]

Se recoge el viento
en tus ojos fríos.
Yo recuerdo un cuento
de amor, amor mío.

Yo recuerdo tanto
que al recuerdo fío
el dolor y el llanto
para verlos míos.

La nube de armiño
desnuda al ocaso.
¿No oyes acaso
que se ha muerto un niño?

¿No escuchas la  estrella
hablarte al oído?
Si tú no  eres ella
no me habrás tenido.

Te das a la noche
y yo sé que lloras,
porque en esta noche
por fin te enamoras.

El viento del mar
amor, me aconseja
perder tu mirar
si tu voz me deja.

¡Llora! ¡Canta! Goza
tus amores idos.
Si te vuelves rosa
no me habrás perdido.

De Piedras libres (ediciones  Canal, Buenos Aires 1973)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»Lógica» state=»closed»]

Quizás la simple lógica
en el plano de sus  proposiciones,
nos conduzca, por líneas inquietantes
al volumen final de la tragedia.
Quizás, al fin de cuentas,
la simple suma
de dos más dos,
dé un grito.

De Piedras de canto (Ediciones de la Banda Oriental,  1976)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»Declaración del recién nacido» state=»closed»]

Madre, ¿son las auroras
así, de sangre?

Vengo a través de ti,
desde tu carne,
pero mi alma es un viento
ingobernable.

Sé que vengo de ti,
mas de otra parte,
de un sueño en que los hombres
son inmortales.
Vengo a través de ti,
desde muy antes
que signaran tu cuerpo
mis iniciales;

como luz que se agita
entre cristales
asombrada del rumbo
de sus imágenes

que navegan apenas,
unas, plurales.
Madre, ¿son las auroras
así, de sangre?

Sólo nacer podía,
tú bien lo sabes:
no fue un crimen rasgarte
el sexo, madre,

tan tenso como el falo,
pálido amante
que en ese laberinto
del que era clave,

buscaba una salida,
su desenlace.
(muerto en su laberinto
yo fui la llave).
Madre, ¿son las auroras
así, de sangre?

Largo el camino y largo
este abrazarte
desde dentro de ti,
mi primer trance;

siento, ya consumado
el traspasarte,
la tristeza divina
de los amantes;

estoy aquí, vencido,
triunfante, nadie.

Que este instante de amor
Inevitable,
más fuerte que nosotros,
como un derrame

de la vida que cruje
para salvarme,
no es para mí un principio,
es acabarme.

Yo no te amaba, estaba
esperando un viaje,
el toque de agonía
que me lanzase

como de pez a pájaro,
del agua al aire,
que si ha nacido un niño
ha muerto, sabes,

el suave prisionero,
tu habitante.

Quisiera que me digas,
de veras, madre,
¿son así las auroras,
crepusculares?

De Piedras de pie (Ediciones de la Banda Oriental, 1993)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»Crepúsculo» state=»closed»]

Es domingo  de tarde. Ya  se han ido.
El mar en mi  ventana. Me  he quedado
nadador de la nada, adormecido.
El día parpadea, consumado.

El mar en la ventana. El agua  es fría
y, ya fantasma gris bajo la luna,
se esfuma la ciudad, como si una
ola hubiese arrasado su alegría.

De pie otra vez, nuestro mortal orgullo
sugiere, con un pálido murmullo
un abismal crepúsculo de rosa;

pero, un segundo más, y la imprudente
magia se nos desploma. Es evidente
el mísero misterio de las cosas

De Piedras en el aire, edición del autor (2012)[/symple_toggle]

Un comentario en “Jorge Arias: poesía piedra sobre piedra”

  1. Pingback: Cinco poemas de Carlos Cousillas | Revista Aullido. Literatura y poesía
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