Una muestra de la obra poética de Cristian Leontic, junto a varios inéditos

Cristian Leontic

 

Cristián Leontic (Santiago de Chile, 1972). Poeta y narrador.

Autor en su país de los libros de poesía Ruta vertical (Ril-editores, 2003), El codo del dibujante (Cuarto Propio, 2014), y en Argentina Paseo para maratonistas (Buenos Aires Poetry, 2023).

En narrativa publicó en su país Los equilibristas. Pequeño inventario de hombres en extinción (Ediciones Bastante, 2022).

Poemas suyos han sido incluidos en revistas literarias latinoamericanas. Actualmente mantiene en proceso de edición dos nuevos poemarios: Toska y Augenblick.

Los poemas que incluimos a continuación pertenecen a los libros El codo del dibujante (2014), Paseo para maratonistas (2023) y al material en preparación de publicación del autor.


Apuntes en el campo para la ciudad

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Calibrar el silencio del gallo
a la sombra de un parrón.
Oír, no escuchar, en la enredadera crujidos de ratas,
el zumbido de las chicharras.
Contener la extensión de los viñedos, las parras
y los cerros con los ojos.
Coser y descoser el nido de la araña que flota, leve,
en el ángulo de una rama.
Absorber el trino del grillo,
su duda,
su sinfonía esporádica acorde con el evento.

Guardar y retener esta mayúscula templanza.

También, no te equivoques,
ese caracol arrastrándose en una hoja de zarza.
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De El codo del dibujante (2014)

Cirugía artesanal

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En pabellones, monumentos,
ruinas
o a campo abierto,

a este lado de la mampara
o del otro,
detrás de cada poema,

vigilante,
hay otro poema,
esperando ser bordado

por la aguja del ruido y el silencio:

.                un bisturí.
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De Paseo para maratonistas (Buenos Aires Poetry, 2023)

Paseo para maratonistas

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Nadie se ha muerto porque el cielo le caiga encima.

Sin miedo, entonces, pon tus ojos en un telescopio
y zambúllete en esa inmensidad.

Dejarás, en parte,
de estar en un cuerpo, de pertenecer a este lugar.

Existirás en un espacio distinto,
sin peso, gobernado por el silencio,
donde la vida humana no tiene significado.

Comprenderás que todo lo cercano
está demasiado lejos a la vez,
pero en una zona anterior a la sangre
en la que habitan otras preguntas.

No te distraigas,
sumérgete,
bucea y retiene todo lo que percibas,
todo lo que veas,
en ese banquete celestial.

Captarás que esa tumba y espejo
que todavía se burla y expande
tiene otra melodía, otra cadencia.

Perplejo, si haces caso,
probablemente salgas a caminar.
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De Paseo para maratonistas (Buenos Aires Poetry, 2023)

Augenblick

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Quedarse o salir.
Cargar un bulto o plantar una lavanda.
Una luz pública,
o la distancia de las estrellas.

Cada cual con lo suyo.

A fin de cuentas,
estamos hechos de partículas,
somos chispazos,
todos igual de pequeños.

Algo así como un guiño de ojo.

En ese guiño lloramos y reímos y nos ahogamos.

Algunos enceguecidos al sol,
otros petrificados en el invierno de la desgracia.

El pincel de El Greco aspira a ser más que carne;
el de Bacon, la carne en su verdad brutal.

Mientras suena el estribillo a lo lejos:

Los que comen carne de fugu
son idiotas,
y los que no la comen,
.                 también son idiotas
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De Toska (Inédito)

Queríamos lavar nuestros pecados

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Estábamos esperando la aparición del santo blanco
cuya presencia se extendía más allá de las creencias y religiones,
pero a pesar de los festejos persistía
una sombra de difamación que se aferraba al evento,
como si estuviéramos destinados a ser marcados
.                                                        por el aire del crimen.

Nunca llegó el maldito santo.
Le dimos su chance, que se joda, no importa.

Ya no queremos pureza ni ritos ni catecismos litúrgicos,
ni repudiar el orgasmo libre y el hacha.

Ya hemos tenido toda la aberración que queríamos,
pero nos gustan demasiado los apocalipsis, la ética de las crisis
y el extremismo trepidante de su discurso.

No necesitamos un condado distante y ajeno
a las grandes ciudades saturadas de tragedias,
donde algunos de los nuestros solían sucumbir por amor o desamor.

No necesitamos buscar puentes pretéritos o rudimentarios
ni sumergirnos en el arte povera, lo budista, lo vintage
o los rincones imposibles e inhabitados de la cordillera,

necesitamos otras formas de combate y crueldad.
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De Toska (Inédito)

Finta

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La pena suele permanecer como pólvora al acecho
hasta que encuentra el instante
y los ingredientes precisos para su detonación,
los sueños se convierten en polvo
y el polvo en lodo,
y todo lo que alguna vez fuiste o perseguías
parece la versión jibarizada de tus tejidos y huesos,
una burla del tiempo,
una broma cruel,
una parodia de mal gusto,
y te percibes recortado
como fumando sin ojos en una espesura de flores secas y púas.
Te puedes quedar,
pero se sale de allí bailando,
al aire libre,
con hombres y mujeres sueltos,
niños,
barriles de cerveza
y alguien tocando el acordeón;
no hay otra manera.
Ojalá un río.
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De Toska (Inédito)

Inventario para alguien demasiado vivo

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Aturdimiento y luz: el primer rayo de sol en una cantina.

¿Lo has visto?

O recuperar un festivo retorno –un olor, un paisaje, un gemido–
o deleitarse con la simple comodidad
de ser un extraño.

Asumir: los recuerdos lastiman y se borran.
O se extravían,
como los archivos de estafadores linajudos,
en las más recónditas esquinas.

Pero resistir, resistir las agujas de la memoria.

El placer se va apagando. El deseo
es una embestida. Muestra tus agallas:
desenfunda y dispara.

Hacerle caso a Horacio ¿Para qué hacer tan grandes proyectos
si la vida es tan breve?

Anotar: las palomas no ensucian las estatuas.

Romper filas y celebrar: la provocación es oxígeno.

Si te apetece, encerrar el vacío en un haikú,
perturbar a la razón,
vaciar el cráneo y usar los ojos.

Quitarse la soga, huir de templos y salones.

Descorrer la niebla que empaña los brezales.
Amortizar cada golpe de hacha,
cada gesto de arte que no brilla ni sofoca.

Ser más viento que piedra,
enfocar.

Tatuarse en las venas que la vida es una preparación
para algo que nunca sucede.
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De Toska (Inédito)

Absolución

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1
Una radio a pilas encendida sobre la barra.
Tras una cortina de humo,
dos mujeres beben de una garrafa.
Contra una pared, un joven triste dibuja
algo en una servilleta, con delicadeza,
como si estuviera bordando un paño a croché.

A medio filo, cinco parroquianos, balbuceantes,
debaten con viveza, y de sus gestos pareciera
desprenderse que la vida moderna
no les satisface del todo.

Mudo, sin inquietarse,
desde su mesa escucha la radio,
noticias de un mundo sin riendas:
catástrofes, violaciones, colusiones, crímenes,
avisos publicitarios, una dama linajuda gana la lotería.

Abre su cuaderno y escribe:
este seguir en el muro
que en la cima tiene trozos afilados de botellas
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2
Los días, la promesa de los meses por venir
(quizás todos los meses que quedan),
la misma rutina y su arpegio lento.
Como si fuera una letanía.
Pero en su cuello no cuelga la medalla de la derrota.
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De Toska (Inédito)

El pacto

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Mi padre menciona
una escena
común con los parroquianos: hombres de lengua tosca,
lúgubres y pendencieros, y la Toña apoyada en el mostrador,
tomando cerveza.
Una canción folclórica en la radio.
Trajín. Algunos relinchos.
Cuánta mirada perdida, aunque
en las mesas
haya servilletas rojas y figuras de origami: grullas, mariposas.
Hablan en voz baja, un idioma áspero;
no los conmueve
la flor de loto,
la tecnología
ni el plumaje del colibrí.
Como si supieran que el silencio
y lo oscuro tienen un pacto
donde la vida es una cláusula abusiva.
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De Toska (Inédito)

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