Una Teoría del tacto y la descarnación humana

Escribe | David Marroquí Newell


Teoría del tacto. Fernanda García Lao. Editorial Candaya. Revista Aullido, Literatura y Poesía.

Editorial: Candaya (2023)
Nº de páginas: 128
ISBN: 978-84-18504-64-8
Autora: Fernanda García Lao
Idioma original: Castellano


El mundo nunca fue ingenuo. Uno nace y se incorpora a un asunto cruel, en movimiento. Hay que correr para subir o atajar los golpes. Saber caer.

Correr, atajar los golpes, que casi siempre son inesperados, inatajables, o tal vez nos dejamos recibirlos, muchas veces porque pensamos que los merecemos. Saber caer, por supuesto; y saber levantarse para acabar, probablemente, cayendo de nuevo por otro golpe, a veces, el mismo que no pudimos atajar la primera vez y que la segunda, tampoco. Es la rueda de la vida. Uno llega a ella in media res y se marchará de la misma forma. Mientras tanto, mientras la vida de cada uno de nosotros acontece, acontece la de los demás, condenados a entendernos y obligados a llevarnos.

Teoría del tacto (Candaya, 2023) es una obra que, aviso a navegantes, no contiene aguas tranquilas. Pese a la brevedad de los relatos que componen la obra —son unos veintinueve relatos de los cuales el más extenso «Mis dos hemisferios» tiene siete páginas y media, probablemente el doble que el segundo más largo— no se presta para una lectura continuada. Cada relato es una arremetida de la que hay que saber levantarse para recibir la siguiente, tal y como les pasa a los personajes de cada historia, que a duras penas se arrastran para continuar.

Fernanda García Lao abre una puerta hacia una oscura habitación, enciende una linterna y, alumbrando sus rincones, nos presenta uno a uno aquellos monstruos escondidos en la trastienda que tanto avergüenzan a la humanidad. El drama de ser humanos recorre con nosotros cada página que pasamos de Teoría del tacto y esto hay que hacerlo de a poco, masticando bien cada relato y que no se nos atragante el horror y el absurdo humano.

Hija del periodista y escritor Ambrosio García Lao, Fernanda ha estado cerca de la cultura desde muy joven. A los diez años se tuvo que marchar junto con su familia de Buenos Aires a consecuencia de la dictadura para acabar recalando en Madrid, donde cursaría sus estudios desde la primaria. Volvería más tarde a Buenos Aires, donde se formaría en artes escénicas y se dedicaría al teatro tanto allí como en Madrid. Es una escritora que se ha movido entre las dos orillas del Atlántico y es algo que retrata muy bien en el relato «Mis dos hemisferios», el cuento que cierra Teoría del tacto y en el que se ve claramente la impronta autobiográfica de la autora y un ancla perfecta para cerrar la obra. También podemos apreciar su pertenencia a distintos lugares en las localizaciones de sus relatos, que van oscilando entre España y diferentes lugares de Latinoamérica.

Mis padres resuelven no vender el departamento, dejar todo como está. Por si acaso. Dudan de conseguir empleo en un lugar donde nadie los conoce. Hasta las toallas en el toallero, es la consigna.

La emigración es algo que aparece en otros relatos, como por ejemplo en «Las crueles», uno de esos relatos del libro que tiene un corte más surrealista. Y es que los relatos utilizan un lenguaje poético, de corte surrealista en muchas ocasiones, añadiendo capas de significado a los temas que atañe. Estos temas, como ya he mencionado anteriormente, son temas oscuros dentro de la psiqué humana. Si no son el tema principal de la obra, sí que permean las historias de manera transcendental.

Transversalmente, sin lugar a dudas, tenemos la soledad y la búsqueda de identidad. Los personajes de Teoría del tacto son personajes que sufren de desamparo, estén o no cercanos a seres queridos, pero en su interior sufren un alejamiento que los aísla. Hay mucho de incomunicación entre ellos y las relaciones humanas frustradas es uno de los ejes vertebradores de la obra. No importa que pueda haber o haya habido amor, ese amor puede no ser algo bueno o positivo, un amor condicional o un amor mal entendido.

El vacío es prácticamente un personaje más del libro. Siendo los relatos independientes entre sí, se podría decir que es el único personaje que aparece en todos ellos y, por tanto, el protagonista de Teoría del tacto. La propia palabra «vacío» o palabras sucedáneas aparecen en casi la totalidad de la obra, y de no aparecer, se intuye su fantasmal presencia que siendo despojo, a todo despoja. Tengo mis dudas de esta presencia, por ejemplo, en «Titanio», donde hay una ausencia velada, pero ese vacío es mitigado por una nueva vida; y en «Segundo acto», un relato (no el único) que se sale de la tónica más general del libro.

Toda una vida con una mujer para pensar en otra. Cincuenta y tres años con sus respectivos amaneceres desperdiciados junto a la que fue mi señora. Un instante con Velia bastó para borrar, como una mancha de aceite que se expande desde el centro y no encuentra bordes, mi vida con Clelia. Hice lo que pude para olvidar, pero qué emoción aquel día. Mi mujer en su cajón, rodeada de calas. Y Velia que viene hacia mí.

Los personajes de Teoría del tacto son seres hendidos por los envites de la vida, personas a las que se les ha pasado su tiempo, hombres y mujeres que han elegido mal o no han podido elegir y han vivido una vida miserable y triste o han sido sus caminos los que les han llevado a los lugares pedregosos en los que tropiezan. Tenemos, por ejemplo, a la joven que vive marcada por el abandono de su padre y no es capaz de establecer relaciones estables y sale en su búsqueda para cerrar una herida de la que no es responsable; el hombre que vive toda su vida con una mujer pero verdaderamente está enamorado de la hermana de ésta; o la chica que hereda el maltrato de su padre tras la muerte de su hermana y el teatro es su isla de salvación.

Hay víctimas y verdugos, humanos incapaces de comunicarse, relaciones rotas y personajes que buscan reparar su mundo de algún modo o que se les ha hundido de manera irremediable. Algunas veces se tienen que enfrentar al lado oscuro de la humanidad entretejido con lo cotidiano; otras veces, el o la protagonista es ese lado que ha tomado el control lo suficiente como para convertirlo en normalidad.

Leyendo una reseña de otro lector sobre este conjunto de relatos, ésta habla de las situaciones intrincadas y turbias que tiene el libro y que la autora las trata con un humor ácido. Me resulta curioso que alguien vea las situaciones de los relatos como intrincadas, porque a mí me parecen de lo más reales y plausibles —con las excepciones de algunos relatos de corte más surrealistas y que conectan con el mundo más onírico y complejo de la poesía—. Porque Teoría del tacto hace eso, te presenta esa oscuridad humana dentro de la misma cotidianeidad. Hay quien lo verá con cierto humor ácido, pero el humor, de alguna forma, aparecería simplemente por el hecho de tratar el tema en sí de manera natural, dentro de una historia plausible. A mí, desde luego, el libro no logró sacarme una sonrisa, y creo que tampoco era el objetivo, sino que sus historias lograron transmitirme tristeza, desazón y aprensión de una manera muy acertada mostrándome un mundo que realmente tenemos a nuestro alrededor.

He parido cosas del tamaño de una almendra, justo yo, que soy alérgica.

El eje de toda la obra, como hemos mencionado, son las relaciones interpersonales. Pero dentro de esto, el sexo es fundamental. En la mayoría de los relatos hay referencias al sexo, de una u otra forma, pero exceptuando el relato que abre el libro, «La gracia del mundo», el sexo no es sinónimo de placer, sino todo lo contrario. Las relaciones sexuales en los relatos de Teoría del tacto son sinónimo de frustración, vergüenza, trauma, pecado, culpa, insatisfacción, violación e incluso de explotación sexual. No existe el sexo como goce. En el relato más corto de esta colección tenemos a una chica obligada a prostituirse por la única pariente que le queda; un hombre que tiene sexo por despecho con una joven prostituta mientras piensa en su ex y que, de nuevo por despecho, falta de amor propio y un poco de casualidad, acaba él prostituido; una enredada situación entre un actor porno que ya no goza de su profesión y una joven virgen cuya pureza y anatomía íntima es expuesta por su madre a todo aquel que pasara la tarjeta; una mujer que, con una evidente tristeza, intenta reavivar la llama de su matrimonio a través del juego de disfraces. La violación y la pederastia hacen su presencia mediante un trauma onírico en «Cajonera» y es mencionada de pasada en «Yeso».

Yo había notado que la niña, una rubia bellísima de cinco años, se restregaba ahí abajo cada vez que podía. Nunca imaginé el motivo. La cocinera me mostró unas fotos que el señor llevaba en la billetera, ninguna decente. Se había encaprichado con la niña. La vestía y desvestía, la ponía en actitudes, despertó su libido. La niña sólo quería sentarse encima de él, sentir la cosa.

Sí voy coincidir en destacar con otros lectores y lectoras en lo que respecta al último relato, «Mis dos hemisferios». Como mencioné anteriormente, es muy buen relato para cerrar el libro. Desde luego es un relato que está en mi podio, aunque igual es muy atrevido decir que es el que más me ha gustado porque hay varios que le competirían dentro de mi gusto. Tal vez lo que me guste de él es lo que le hace destacar, esa ruptura con todos los demás, repentina, justo antes de cerrar el conjunto de narraciones. Es, además, un relato muy personal —no es el único, a mi parecer— que trata sobre la emigración y el sentimiento de vivir dividida entre dos tierras. En él Fernanda García Lao se abre en canal y cuenta la historia de su familia y su experiencia como persona migrante por necesidad, por estar su padre en el punto de mira de la dictadura argentina. Creo que es muy buen relato para cerrar el conjunto porque, primero, es el más largo de la serie y se percibe muy bien como cierre, y después porque el tinte autobiográfico que tiene te hace sentir más íntimo con la autora, como una despedida.

Somos un árbol del revés: las raíces al descubierto.

«Mis dos hemisferios» nos muestra a la Fernanda García Lao que es y su vida en pocas palabras, en frases cortas componiendo de corrido un relato que es su construcción personal y toda su historia, la de su familia, de una escritora entre dos mundos, entre dos hemisferios contrapuestos y superpuestos. Y con esto me quiero despedir, con las raíces al descubierto con todo expuesto, absolutamente descarnados, abiertos con los sentidos a flor de piel, con todo nuestro tacto, al menos en la teoría.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *