Una muestra de «Tonta muerte, mi compañera de juegos» y un texto inédito de Jorge A. Gómez V.

Jorge A. Gómez V. (Quito, 1984) es Licenciado en Comunicación y Literatura (PUCE). Máster en Escritura Creativa (Universidad Complutense de Madrid), actualmente cursa un doctorado en Educación.

Primer Premio de Poesía Nacional Paralelo Cero (2017) y ganador del X Concurso de Grabado de la Estampería Quiteña, su obra abarca poesía, grabado, fotografía (finalista en PHoTO23) y pintura (mención en el Premio Josefina Villacreses).

Como editor, ha dirigido proyectos como la Poesía Completa de César Vallejo (2022), Poesía 1990—2015, de Carlos Rojas González (2021) Las aventuras de Pinocho (2022) y la revista Letras del Ecuador (2025), para la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE).

Además, fue co-fundador de los colectivos culturales «Machete Rabioso» y «Sexo Idiota», su trayectoria incluye participaciones en la FILQuito y en la ANTIFIL Lima. Facilitador de los talleres de Escritura Creativa, publicados en el compilatorio Ciudad de Letras (Secretaría de Cultura, 2022).

Ha publicado, asimismo, los poemarios La Noche que se espesa (Murcielagario Kartonera, 2012) y Tonta muerte, mi compañera de juegos (Ediciones de La Línea imaginaria, 2023), título ganador del Proyecto beneficiario del programa para Incentivo de las Artes 2022

Todos los poemas que compartimos a continuación pertenecen al segundo de estos libros, con excepción del último de ellos que tiene su origen en el material inédito del autor.


Voy a serte ruido

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Voy a serte ruido
cuando el último espasmo
del visceral grito se desvanezca
y no haya nada más,
para ti,
que el sueño imposible del silencio
o la aspiración sempiterna
a las palabras disecadas.

Voy a sernos despedida,
aunque en este mundo
se perpetúe la constancia del saludo
o la inclinación prolongada al abrazo
sobre el lecho de lo que se empecina
en resistir,
aunque todo aquello
para lo que nos criaron
fuera una eternidad adoquinada
o un par de manos infantiles
que te muerden la cintura.

Voy a serte muerte
a pesar del tiempo que nos
desgastamos en vivir,
a pesar del incontenible susurro
de los cadáveres que nos acompañan.

Voy a serte olvido,
aun cuando nada
de lo que hemos cultivado
se pierda,
aun cuando todo lo que acostumbramos
a acariciar entre los dedos
sea una tribu de estrellas
reventadas en plena flor,
aun cuando esta promesa luminar
desemboque en algún universo alterno
corriendo y aullando
sin torso
ni memoria.
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De Tonta muerte, mi compañera de juegos (Ediciones de La Línea imaginaria, 2023)

Quien se arropa bajo el cielo

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Quien se arropa bajo el cielo
e ignora el vacío de las palpitaciones
sagradas de la tierra.

Quien aún sostiene los ojos
de las bestias sacrificadas.

Aquel que ha nacido para musitar sombra
y desconoce su propio origen
en la luz desaparecida.

Ése que ha visto
cada uno de los ritos de la rapiña
en un parpadeo.

Aquel que es huella y desierto.

Ese que es hijo de un nombre
que la lluvia nunca pudo anunciar.
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De Tonta muerte, mi compañera de juegos (Ediciones de La Línea imaginaria, 2023)

Y lo que se ha ido también es lo que vendrá

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no duermen
nunca
las nevadas

no descansan las catedrales
del influjo de la piel
ni salivan sus muros
anhelando un desierto

no cierran sus hocicos las arenas gélidas
ni desamparan sus escamas los peces muertos
no tiemblan
ante el menor despilfarro de carbón
las tundras ni las gemas remotas del hielo

no se zambullen las tumbas
en otras tumbas
ni se reconfortan los muertos
con el recuerdo de los vivos

todo lo que atormenta
todo lo que baila
abre los poros:

nos mantiene despiertos
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De Tonta muerte, mi compañera de juegos (Ediciones de La Línea imaginaria, 2023)

Cómo encontré mi tipo de inteligencia y dejé de desperdiciar mi vida

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Uno quiere sostenerse sobre las rodillas,
caminar a través de los rastrojos de ceniza de ave
y suplantar todos sus recuerdos por el olor del marfil
de las estatuas cuando abrazan el aire.

Uno quisiera tomar una soga,
ponérsela alrededor del cuello
y colgarse de un portal
como un monigote
que ha de recordar su paso por el mundo
como una simple voz pregrabada.

¿Quién gritó aquello de que lanzar títeres al espacio
era el último paso hacia la evolución?

A veces, uno se resguarda en una covacha
y no comprende si está construyendo un hogar
o si ha descubierto las raíces de la infancia,
bajo un toldo iluminado
por un arroyo de neón.

La mayoría del tiempo uno deja de lado
lo que fue su angustiada existencia
y cubre las voces de sus muertos con llantos estridentes,
playas vacías, mareas fragmentadas
y una colina de latas perdida entre las rocolas

Para ser sinceros,
la memoria solo sirve para empantanar
y hundir aquella canción
que terminará por desgajar las orquestas del universo.

En las más despiadadas fantasías
las mujeres más apetecibles se balancean
con tacos pasados de moda,
los marcos y las pinturas hablan a través de las paredes
—con una voz ronca de madera fermentada—
y se idolatran los ridículos colores
de los viejos televisores.

En la memoria de uno,
las palomas están destinadas a ser eternas
montadas en cables de alta tensión.

En este silencio,
no hallamos más que los reclamos de los ancestros,
en la forma de demonios de poliéster
tejidos en los ojos de las amantes ocasionales,
como niños estupefactos que nos contemplan
desde una vitrina ahumada.

Nunca hemos podido más que sembrar silencio
y cosechamos dunas sin irregularidades
o detalles tiernos a la vista.
En el vacío estamos y es irrefrenable.
Allí se guarda aquello que nos trataron de revelar
quienes nos amaban
cuando nos palmearon la espalda
para poder ocultarnos su decepción.

En vez de saber cómo despedirnos,
hemos aprendido a asentir educadamente
en los momentos más inoportunos
y damos a luz, cada segundo,
un pedazo de tortura,
un alma ajena e imperfecta
que nos gobierna
incluso en los pocos pecados
que somos capaces de disfrutar.

En vez de ser olvidados,
elegimos cometer los crímenes más deplorables:
los actos más nuestros,
resguardados por una jaula de colmillos porosos.

En vez de arrojarnos sobre un instante sacrosanto,
componemos un pasado irresoluto.
En todo lo que desconocemos estamos nosotros
y una insoportable respiración lodosa
nos surge a borbotones.

Callamos y nos sentamos
sobre un minuto abortado,
una hora asfixiante,
una sombra anquilosada que,
a horcajadas,
oprime lo poco que nos queda.

Y la verdad es que uno no desea saltar de su tumba hacia el
mundo,
uno no desea cambiar su realidad maltrecha por un cartón
lleno de conservas,
cuyas etiquetas brillan en los momentos de la más ansiada
ceguera.

Uno no puede atreverse a luchar cuando, a sus espaldas,
se encuentra el nacimiento de una soledad antigua
y al otro lado, la sola mención de un futuro
comienza a llevársele la vida por delante.
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De Tonta muerte, mi compañera de juegos (Ediciones de La Línea imaginaria, 2023)

Ensueño americano

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No es bueno ni encomiable
querer ser alguien.

No da frutos el aventurarse
a «salir del hoyo».

No conceden estratagemas de supervivencia
la preparación, el empeño.

No hay ningún triunfo
en «pensar que puedes».

Lo intrigante,
lo fundamental
lo estrictamente necesario
es abandonarse a la intemperie,
a la desolación, al escrutinio personal
un día completo,
24 horas contadas

y partir
(y partir)
hecho uno solo
con tu pellejo.
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De Tonta muerte, mi compañera de juegos (Ediciones de La Línea imaginaria, 2023)

Paseo rural

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Esta mañana,
los quejidos de una mula,
que agonizaba en la carretera,
se convirtieron en la balada
que entonaba nuestros miedos.

Esta misma tarde
una gallina fue degollada
para que pudiéramos comer.
Su sangre aterrorizada
todavía nos navega.

Y aunque recobrara
su último cacareo
para hablar sobre el desamparo
que nos abriga,
la verdad,
quiero vomitar
el destino que comparto
con lo que muere.

Tan solo quisiera formar parte
del universo sin ninguna conciencia,
me encantaría poder deleitarme
con unas rutinarias palabras de consuelo.

Quisiera, más que nada,
ser ilimitado ante ti
y tus semejantes.
Quiero decir,
siempre invisible.
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De Tonta muerte, mi compañera de juegos (Ediciones de La Línea imaginaria, 2023)

El trópico terrestre está alineado con Mercurio

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La imagen de un árbol sin vida,
recostado y seco,
asola fervientemente las playas,
domina todas las puestas de sol
de nuestros precarios paraísos naturales
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De Tonta muerte, mi compañera de juegos (Ediciones de La Línea imaginaria, 2023)

Texto inédito

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En el funeral más triste,
contemplarás tu cuerpo sereno.
Estará recostado y se mecerá
levemente, casi con dulzura,
ante cualquier traqueteo.

«Arrastrarse no es perdurar,
respirar no es estar vivo»

—gritarás a voz de cuello—,
pero nadie podrá oírte.

En el funeral más triste
del que aún te quede el recuerdo,
estarás de pie; invisible,
andando, murmurando,
mirando por las ventanas del mundo
y no podrás olvidar
ninguno de tus sueños,
y ya no sentirás ningún deseo
de seguir siendo solo humano.

En el funeral más triste,
«tiene su encanto» , —te dirás—,
«dejarse llevar por la corriente» .
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Inédito

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