«Antología», recopilación poética de Guillermo Enrique Fernández
Guillermo Enrique Fernández (Santiago de Chile, 1966) es licenciado y máster en Filosofía por la Universidad de Chile. Ha sido profesor en distintas universidades.
Como autor se inició con la compilación poética Trinervo (Cosmigonon, 2001), donde se reunieron los libros El desencadenamiento de la caja negra, Descalzado de culpa y Silencio a dos gritos. Luego publicó Estado decepción (Moquito Editores, 2010), Camino de la bala (Mosquito Editores, 2013) y Ciencia Lugubris (Editorial Filacteria, 2017).
También incursionó en el aforismo con Barbarus, diario de Pirque (Editorial Milímetro, 2011).
En 2019 obtuvo el segundo lugar en el Concurso Nacional de Poesía Aristóteles España, organizado por el Municipio de Castro (Chiloé), con el libro Molina, la literatura chilena soy yo, el que editorial Desbordes publicó en 2022.
Hace pocas semanas, la Editorial Universidad Central de Chile publicó Antología (2025), que abarca más de tres décadas de escritura poética de Guillermo Enrique Fernández, incluyendo algunos textos dispersos en revistas, así como material inédito. Todos los poemas que integran esta publicación provienen de ese título.
La soledad recorre los caminos
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La lluvia cae en el vértice de la noche.
Los campos se deshojan en el agua.
La soledad recorre los caminos
inspecciona en las pupilas
su imagen de espejo.
Suspira el viento
como un dios cansado.
un ahogo profundo
chocando las ventanas,
sangrándoles la vida.
Arrebatándoles los nombres.
Dejando las sombras perderse en la noche,
sin destino.
El relámpago embriagador,
una cuerda de luz
en que se ahorca el silencio de la noche.
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De Antología (2025)
Pensar la muerte*
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Pensar la muerte a través del teléfono.
Pensar que la muerte es el lugar del entierro,
una muerte pactada con el tiempo.
Pensar la muerte,
pensar lo bello de un parque para muertos.
Pensar de muertos.
La muerte como efecto.
Memento mori.
Pensar la muerte sin saber de la muerte:
la eternidad en la mirada de una hija.
Pensar la muerte sin pensar.
Calcular
la muerte como desaparición
como producto.
Pensar la muerte como baja.
Pensar mortífero.
La muerte sin fascinación.
La muerte sin consuelo.
Pensar la muerte como una enorme cosa fría.
Pensar en el cuerpo muerto.
En que la muerte no sirve para nada.
Pensar que los funerales solo dejan dudas.
La muerte como costumbre.
No poder pensar en morir,
no poder más que morir.
La muerte como un futuro
muriente.
Pensar la muerte como un techo de pasto.
La muerte es la noche entrando en un cuerpo
hecho sueños.
Pensar la muerte en la ventana hasta
verse morir así, de pronto.
Morir. La muerte.
Pesada.
La muerte trepando por las piernas
de las sillas.
Pensar de los inviernos,
la muerte la de los muertos.
Pensar la muerte dulce entre las flores
que una mano derrama sobre mi rostro.
Pensar
la eternidad de la vida en la mirada de una hija.
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*Este poema fue escrito a cuatro manos entre Guillermo Enrique Fernández y David Marchant.
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De Antología (2025)
Herida
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Escribo para no morir de hambre en el ocaso.
Para caminar y no solo arrastrarme.
Para fracasar a los pies de la belleza
agarrándome a sus sobras.
No fui talentoso
No gané becas, ni pasantías.
Pero una luz me hirió la cabeza
en la madrugada,
me levanté y esparcí palabras
que pagué con sangre
en trabajos que me odiaban.
Escuché a de Rokha decir
—el arte es un acto heroico—
pero también sabía que el fracaso es rotundo.
No fui tan fuerte,
pero regresé.
Me podrán encontrar en casa.
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De Antología (2025)
VI
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Yo soy el Chico Molina.
Soy una máscara,
pero no simplifiquen esta confesión
ella conlleva un esfuerzo tremendo.
He intentado cumplir con el mandato del oráculo como otro
que en la palabra —no la escrita traicionera—
descubre su camino y su destino.
Este desafío requiere una gran concentración
y recogimiento,
aunque muchos creen que siempre estoy presente.
A veces yo también creo en mi omnipresencia
dentro de la literatura chilena,
entiéndase.
También debo refugiarme de mi figura en la soledad.
Otras, creo que mi ubicuidad
está en la construcción del diálogo permanente
que sin duda es un diálogo conmigo mismo,
como debe ser,
para seguir en mi representación
que algunos tildan y tildarán de patética
o pensarán superflua.
Mas el tiempo me dará la razón.
Todo verdadero sacrificio se realiza en silencio.
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De Antología (2025)
Elizabeth lee «La metamorfosis» de Franz Kafka*
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Ahora, cuenta la historia
en que todos son bichos que sueñan
temblando en sus labios
y la vida se hace un poderoso sueño
Elizabeth cuenta:
Se convertía en horrible insecto o bicho
y su habitación de él era pequeña
pero con cuadros muy sénticos,
él pensaba que era un sueño,
pero le aparecieron patas y caparazón muy largos
él quería trastarse al suelo con insecto
y el sueño nada más
Decía que su cuerpo se transformaba
en un bicho, pero muy feo
él pensaba que era un sueño,
aunque siempre despertaba asombrado mucho,
porque la caparazón se recogía en la cubrecama
Pero él le decía a Dios que le sacara ese sueño de su mente
pero Dios no lo escuchó
Al día siguiente despertó para trabajar y trabajó
Como vendedor de comercio se levantaba muy temprano
a las 6.30 hrs. de la mañana,
pero él despertó muy asustado por él,
porque estaba muy asustado al irse al trabajo
Luego
volvió a soñar ese horrible sueño,
pero él piensa que es cosa del diablo,
y su madre pensaba que estaba loco
Un día lo fue a despertar; le dice:
Gregorio despierta ¡ya!, es muy tarde
Pero él no escuchaba su voz
y golpeó la puerta
pero él no le abrió la puerta
sin duda cariñosa, como: ¡Ven aquí, bicharraco!
y ¡vaya con el pedazo de bicho este!
A sus llamadas Gregorio
no solo no respondía
se quedó callado
lo que de tal modo
ocurrió con mucha rapidez
El señor Samsa se echó de la colcha de sus hombros
y su comedor como huéspedes y toda la noche de casa
que parecía confirmar la palidez
¡Muerto! dijo la señora Samsa,
mirando interrogativamente
le damos gracias a Dios
se santiguó y también su hija
La mujer de Gregorio no pudo la vista
dio media vuelta con gran irritación
y abandonó la casa
y el abandono de sus mujeres le hacía escribir
grandes esperanzas
del señor y la señora Samsa
hasta que perdieras el color de los últimos tiempos
en fin su hija
se convirtió en una linda muchacha
de su vida su cruzar
ya su hora
de encontrarle su Bien marido
se levantó la primera y estiró sus formas juveniles
Le pareció confirmarse con ello
los nuevos sueños
y sus sanas intenciones y las de su padre
Bueno dijo venid ya
olvidad ya de una vez las cosas pasadas
Tened también conmigo un poco de consideración
Gregorio con su propia familia
al despertar
fue y abrió la puerta
pero él vivía con sus propios padres
su madre estaba preocupada mucho
Le decía: Gregorio vas a llegar tarde
pero él no creía porque su sueño era increíble
y después no volvió a soñar ese sueño
«Pero su mente estaba y se llama metamorfosis»
era fuera de realidad y fantasía
y con su familia un hombre muy especial
pero era un sueño muy fantástico
de su mente que soñaba
ese sueño o pesadilla por sí sola porque el sueño nunca
se hace realidad
Se hizo una herida muy grave
en cuanto tardó un mes de curas
su herida
como invisible testimonio de lo ocurrido
que Gregorio pase de su triste forma actual
ya que un miembro de la familia
no debía tratar con un enemigo
su elemental deber de familia
es sobreponerse y nada más
al caso siempre libre
Grete cierra la puerta
pero Gregorio se halla de nuevo sumido en la oscuridad
y en la habitación contigua
mira fijamente a los ojos sus mujeres
de Gregorio o posadas en la noche
de casi nunca conciliar el sueño
y nunca perdía su humor
porque Gregorio probaba su comida
y tenía lugar de noche
aunque su polvo ya no estaba cubierto de basura
entonces después nunca
se le olvidaba entreabrir
tarde y mañana furtivamente
la puerta para contemplar a Gregorio.
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Este poema apareció por primera vez en la antología Conchali, encuentro con las palabras (1994) en Ediciones Taller Ven-Tolera.
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De Antología (2025)
Rimbaud
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El tiempo está crispado como el mar,
las escenas de una vida se superponen
como un collage
que abre sentidos desconocidos.
El barco ebrio del adolescente
prematuramente envejecido
navega sin control,
arrastrado por ondas inquietantes.
Una íntima religiosidad
contrasta con una irreverencia manifiesta.
El cinismo de los actos
remiten a una escena que guarda en su fondo
la tragedia,
su última fe ha de ser consumida
y trasplantada en otra vida
que esculpe la figura de un renegado.
Ya todo se ha perdido,
el alma ha sido amputada.
Llega el tiempo de los asesinos.
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De Antología (2025)
Esta forma
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Esa forma encriptada de escribir.
Maneras de cavar la propia tumba,
gesto confidencial y testimonio a la vez.
Sobrevivencia para los días,
gestos polvorientos en un camino rural.
Algo de humedad para los labios silenciosos.
El desierto es un presentimiento
en los zapatos del caminante.
El futuro una huella que se reitera.
La distancia un abismo sin retorno.
El poema se inscribe cansado,
pero persistente,
una respiración que apenas es aliento,
unirá palabras en la madrugada
y el crepúsculo,
tal vez, el bosque encante.
Todo poema es el intento de plasmar
el poema no leído,
pero que se presiente en todo poema.
Un trabajo de Sísifo,
una condena de los dioses
que algunos intentan acallar,
vanamente,
con chistes.
Pero el canto excede
todo deseo de control.
Es también una micro
de la cual todos quieren descender
cunado ven por la ventana y leen:
Ministerio pare de sufrir.
Pero no lo harán,
esperan que aquella
los lleve
hacia los confines
del mundo,
desvarío de un furor poético
marcado en la piel
como si fuera la piel de toda la humanidad.
Podría haber un poema eterno que nos sobreviva,
a pesar que nuestra existencia es sobrevivencia,
y algún que otro atardecer que nos consuela.
El ritmo nos acompaña
en un paso que siempre va más adelante
y que perseguimos con pobres palabras
que solo alcanza
la sombra y su sueño.
Un lento desborde en la mirada,
se prende a anunciaciones
renegando de toda religión,
pero es un ahogo intermitente y profundo,
presencia de la muerte.
Sin esquivar, sin separar,
sexo y dulzura,
andanza y encuentro,
justo antes que todo huya.
Repliégate en esa oración,
siguiendo el ritmo de la vida,
altos y bajos,
caída.
Mientras caes contemplas
el paisaje rocoso
y escuchas el desprendimiento de piedras,
piensas en el amigo y en el enemigo
y escuchas
aguas internas
dirigiéndose en un viaje
al centro de la tierra.
No somos celestes,
nuestro ropaje es el de Hamlet
y piensas en la venganza
contra el Estado,
de la cosa pública,
de la iglesia,
de la academia,
de las santificadas reproducciones
y te viene la náusea,
el asco
anuncio de lo que parirás
en la madrugada del nuevo día.
Arden las sienes
sobre el horizonte.
Piensas que alguien vendrá a decirte:
ahora sabrás de qué se trata todo esto
y esperas,
pero tu espera escribe
sobre las hojas desparramadas
en las habitaciones
de una mansión abandonada.
Posees el gusto de un anticuario
eres un anciano
que arrastra los pies
cansado y decreciente
pero ves al niño
que atraviesa el espejo
cada vez que quieres mirarte.
He visto ruinas enterradas
en lugares remotos
he cerrado los ojos
para no ver el hundimiento de las estaciones.
Aquel que derrumbó su casa
antes de construirla
escribió
la poesía no era mi guía,
yo pregunto:
¿quién precisa la voz del muerto,
del desaparecido?
La madre, lo busca
y su paladar se abre
en llanto
al saber que
torrente,
a veces,
es el poema
tormenta,
a veces,
es el poema
tormento,
a veces,
es el poema.
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De Antología (2025)