Día Mundial de la poesía: la poesía según los poetas

Escribe| Roberto Bayot


 

En conmemoración del Día Mundial de la Poesía compartimos una selección de textos de varios autores latinoamericanos pertenecientes a distintas generaciones que se han planteado responder, en algún momento de sus trayectorias, a la pregunta de qué es la poesía o al menos acercarse a los motivos de su existencia.

El parámetro por el que hemos optado es variado: la definición de la poesía, la delimitación del arte poético propio, la reflexión del oficio del poeta, su vinculación al canon nacional o la literatura clásica, así como su reinvención a través de la parodia y la metapoesía. Es así que mediante la diversidad creativa se podrá apreciar una panorámica de sus evoluciones ligadas a las circunstancias propias de su autor y a la época en que la compuso.

Para abrir la selección hemos elegido al poeta nicaragüense Rubén Darío, de quien hace pocas semanas se recordó el centenario de su fallecimiento y que con su obra simbolizó el primer puente entre la producción literaria de inicios del siglo pasado en América y España. Además hemos incluido poemas de Jorge Luis Borges, Vicente Huidobro, Octavio Paz, Juan Gelman, José Emilio Pacheco, Enrique Lihn y Hugo Mujica. También un texto de Oliverio Girondo sobre los cuestionamientos a los que debe someterse un poeta en formación con respecto a la identidad que adopta en sociedad. Al igual que la rupturista propuesta que significó la irrupción de la antipoesía de Nicanor Parra para nuestra lengua, y cómo década y media más tarde, nutrió la iconoclastia en dos Ars poétique de Rodrigo Lira, contra dos de los referentes de la poesía chilena: Lihn y el mismo Parra.

[symple_divider style=»solid» margin_top=»20″ margin_bottom=»20″]

El poeta a las musas| de Rubén Darío

Tengo de preguntaros ¡oh divinas
Musas! si el plectro humilde que meneo
mejor produzca los marciales himnos,
y dé armonía al cántico guerrero;

o de natura los preciados dones
ensalce al són de candenciosos versos,
o en églogas armónicas repita
de Títiro el cantar y Melibeo.

Decidme, sacras Musas, si el contorno
trágico calce de grandioso fuego
henchido el corazón; o si la trompa
que puede producir los cantos épicos

empuñe osado; o si la ebúrnea lira
vagos intenten dominar mis dedos
para cuajar el aire de armonías
dulces como las mieles del Himero.

Yo ansío la corona que la Fama
brinda a los sacerdotes de lo bello,
y corro en busca del divino lauro
verde siempre al fulgor apolineo.

En su loco afanar la mente mía
alza a la altura el atrevido vuelo
y se embebe en la luz de lo infinito
al admirar a los pasados genios.

Rudo en mi oído escucho resonante
el hexámetro rígido de Homero
y el són melifluo de la flauta de oro
que inventa Pan dentro de los bosques griegos.

Siglos pasados, extendiendo el arte
su etérea luz y su poder excelso,
materia de inmortales concepciones
e instrumentos y voz al vate dieron.

Batió el Pegaso el ala voladora,
irguió la crin y del Olimpo heleno
hirió la cumbre con el leve casco;
y el poeta preludió su hosanna eterno.

El padre Apolo derramó su gracia,
el padre Apolo del talante regio,
aquel del verso rítmico y sonante
que llenaba el abismo de los cielos.

Y fue el poeta de laurel ceñido
del rubio Dios en los alegres juegos,
e infinita cadencia inagotable
brotada de sus labios entreabiertos.

Pero este siglo, Musas, tan extraño
del arte universal a los portentos
¿a quién no infunde temerosa idea
por más que lleve ardores en el pecho?

¿Qué ley ha de seguir el que el vibrante
bordón del arpa pulsa, y el soberbio
cantar pretende a las sonoras alas
confiar ansioso, de los vagos vientos?

Cruje la inmensa fábrica y retumba
incesante golpear de broncos hierros;
y tal parece que martilla el yunque,
gobernador del mundo, Polifemo.

Decidme si he de alzar voces altivas
ensalzando el espíritu moderno;
o si echando al olvido estas edades
me abandone a merced de los recuerdos.

Porque es más de mi agrado el engolfarme
en mis tranquilos clásicos recreos,
en pasadas memorias, y en delicias
que me suelen traer días pretéritos.

Ya no se oye de Eschylo la palabra
vibradora y terrible como el trueno,
ni repite rapsodio vagabundo
las rudas notas del mendigo Homero.

Calló el rabel de Teócrito apacible
que amor cantó de rústico monteros,
rodaron las estatuas de los pórticos
y enmudeció el oráculo de Delfos.

Hoy el rayo de Júpiter Olímpico
es esclavo de Franklin y de Edison;
ya nada queda del flamante tirso,
y el ruin Champagne sucedió al Falerno.

Las abejas del Ática libaron
flores sagradas de divinos pétalos,
alimentadas con la savia pura
que a raudales brotó de virgen suelo.

Se congregaron los poetas todos,
y fijos en el lauro de Menermo,
pulsaban los alambres de las cítaras
inventando dulcísimos conciertos.

Y así reinaba el arte poderoso,
de par en par las puertas de su templo,
y bajo un cielo azul iban errantes
las balsámicas brisas del Egeo.

Todo acabó. Decidme, sacras Musas,
¿cómo cantar en este aciago tiempo
en que hasta los humanos orgullosos
pretenden arrojar a Dios del cielo?

De Epístolas y poemas (Primeras notas) (1885-1888)

DARÍO, Rubén, Poesía selecta, Visor libros, Madrid, 1996. Pág. 63-66.

[symple_divider style=»solid» margin_top=»20″ margin_bottom=»20″]

Arte poética| de Jorge Luis Borges

Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,

ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
verde y humilde. El arte es esa Itaca
de verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.

Fuente

[symple_divider style=»solid» margin_top=»20″ margin_bottom=»20″]

Arte poética| de Vicente Huidobro

Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea,
Y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Mas no por eso tenemos menos fuerza:
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.

Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema ;

Sólo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el Sol.

El Poeta es un pequeño Dios.

 

De El espejo de agua (1916)

Fuente

[symple_divider style=»solid» margin_top=»20″ margin_bottom=»20″]

La poesía| de Octavio Paz

¿Por qué tocas mi pecho nuevamente?
Llegas, silenciosa, secreta, armada,
tal los guerreros a una ciudad dormida;
quemas mi lengua con tus labios, pulpo,
y despiertas los furores, los goces,
y esta angustia sin fin
que enciende lo que toca
y engendra en cada cosa
una avidez sombría.

El mundo cede y se desploma
como metal al fuego.
Entre mis ruinas me levanto,
solo, desnudo, despojado,
sobre la roca inmensa del silencio,
como un solitario combatiente
contra invisibles huestes.

Verdad abrasadora,
¿a qué me empujas?
No quiero tu verdad,
tu insensata pregunta.
¿A qué esta lucha estéril?
No es el hombre criatura capaz de contenerte,
avidez que sólo en la sed se sacia,
llama que todos los labios consume,
espíritu que no vive en ninguna forma
mas hace arder todas las formas
con un secreto fuego indestructible.

Pero insistes, lágrima escarnecida,
y alzas en mí tu imperio desolado.

Subes desde lo más hondo de mí,
desde el centro innombrable de mi ser,
ejército, marea.
Creces, tu sed me ahoga,
expulsando, tiránica,
aquello que no cede
a tu espada frenética.
Ya sólo tú me habitas,
tú, sin nombre, furiosa sustancia,
avidez subterránea, delirante.

Golpean mi pecho tus fantasmas,
despiertas a mi tacto,
hielas mi frente
y haces proféticos mis ojos.

Percibo el mundo y te toco,
sustancia intocable,
unidad de mi alma y de mi cuerpo,
y contemplo el combate que combato
y mis bodas de tierra.

Nublan mis ojos imágenes opuestas,
y a las mismas imágenes
otras, más profundas, las niegan,
ardiente balbuceo,
aguas que anega un agua más oculta y densa.
En su húmeda tiniebla vida y muerte,
quietud y movimiento, son lo mismo.

Insiste, vencedora,
porque tan sólo existo porque existes,
y mi boca y mi lengua se formaron
para decir tan sólo tu existencia
y tus secretas sílabas, palabra
impalpable y despótica,
sustancia de mi alma.

Eres tan sólo un sueño,
pero en ti sueña el mundo
y su mudez habla con tus palabras.
Rozo al tocar tu pecho
la eléctrica frontera de la vida,
la tiniebla de sangre
donde pacta la boca cruel y enamorada,
ávida aún de destruir lo que ama
y revivir lo que destruye,
con el mundo, impasible
y siempre idéntico a sí mismo,
porque no se detiene en ninguna forma
ni se demora sobre lo que engendra.

Llévame, solitaria,
llévame entre los sueños,
llévame, madre mía,
despiértame del todo,
hazme soñar tu sueño,
unta mis ojos con aceite,
para que al conocerte me conozca.
De Calamidades y milagros (1937-1947)

Fuente

[symple_divider style=»solid» margin_top=»20″ margin_bottom=»20″]

Arte poética| de Juan Gelman

Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,

como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.

A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.

Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
Rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.

 

De Velorio del solo (1961).

GELMAN, Juan, Gotán y otras cuestiones. Poesía I (1956-1962), Visor libros, Madrid, 2008. Pág. 103.

[symple_divider style=»solid» margin_top=»20″ margin_bottom=»20″]

Crítica de la poesía| de José Emilio Pacheco

He aquí la lluvia idéntica y su airada maleza,
La sal, el mar deshecho…
Se borra lo anterior, se escribe luego:
Este convexo mar, sus migratorias
y arraigadas costumbres,
ya sirvió alguna vez para hacer mil poemas.

(La perra infecta, la sarnosa poesía,
risible variedad de la neurosis,
precio que algunos pagan
por no saber vivir.
La dulce, eterna, luminosa poesía.)
Quizá no es tiempo ahora.
Nuestra época
Nos dejó hablando solos.

 

De No me preguntes cómo pasa el tiempo. Poesía II (1964-1972).

[symple_divider style=»solid» margin_top=»20″ margin_bottom=»20″]

Si ha de escribir correctamente poesía| de Enrique Lihn

Si se ha de escribir correctamente poesía
no basta con sentirse desfallecer en el jardín
bajo el peso concertado del alma o lo que fuere
y del célebre crepúsculo o lo que fuere.
El corazón es pobre de vocabulario.
Su laberinto: un juego para atrasados mentales
en que da risa verlo moverse como un buey
un lector integral de novelas por entrega.
Desde el momento en que coge el violín
ni siquiera el Vals triste de Sibelius
permanece en la sala que se llena de tango.

Salvo las honrosas excepciones las poetisas uruguayas
todavía confunden la poesía con el baile
en una mórbida quinta de recreo,
o la confunden con el sexo o la confunden con la muerte.

Si se ha de escribir correctamente poesía
en cualquier caso hay que tomarlo con calma.
Lo primero de todo: sentarse y madurar.
El odio prematuro a la literatura
puede ser de utilidad para no pasar en el ejército
por maricón, pero el mismo Rimbaud
que probó que la odiaba fue un ratón de biblioteca,
y esa náusea gloriosa le vino de roerla.

Se juega al ajedrez
con las palabras hasta para aullar.
Equilibrio inestable de la tinta y la sangre
que debes mantener de un verso a otro
so pena de romperte los papeles del alma.
Muerte, locura y sueño son otras tantas piezas
de marfil y de cuerno o lo que fuere;
lo importante es moverlas en el jardín a cuadros
de manera que el peón que baila con la reina
no le perdone el menor paso en falso.

Quienes insisten en llamar a las cosas por sus nombres
como si fueran claras y sencillas
las llenan simplemente de nuevos ornamentos.
No las expresan, giran en torno al diccionario,
inutilizan más y más el lenguaje,
las llaman por sus nombres y ellas responden por sus nombres
pero se nos desnudan en los parajes oscuros.

Salvo honrosas excepciones ya no hay grandes poetas
que no parezcan vendedores viajeros
y predican o actúan e instalan su negocio
en dios o en la taquilla de un teatro de provincia.

Ningún Misterio: trucos del lenguaje.
Discursos, oraciones, juegos de sobremesa,
todas estas cositas por las que vamos tirando.

Si se ha de escribir correctamente poesía
no estaría de más bajar un poco el tono
sin adoptar por ello un silencio monolítico
ni decidirse por la murmuración.
Es un pez o algo así lo que esperamos pescar,
algo de vida, rápido, que se confunde con la sombra
y no la sombra misma ni el Leviatán entero.
Es algo que merezca recordarse
por alguna razón parecida a la nada
pero que no es la nada ni el Leviatán entero,
ni exactamente un zapato ni una dentadura postiza.

 

De Antología al azar (1981)

LIHN, Enrique, Porque escribí, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 1995. Pág. 220 y 221.

[symple_divider style=»solid» margin_top=»20″ margin_bottom=»20″]

Confesión| de Hugo Mujica

El poema, el que anhelo,
al que aspiro,
es el que pueda leerse en voz alta sin que nada se oiga.

Es ese imposible el que comienzo cada vez,
es desde esa quimera
que escribo y borro.)

Fuente

[symple_divider style=»solid» margin_top=»20″ margin_bottom=»20″]

Membretes| de Oliverio Girondo

¡Sin pie, no hay poesía! ―exclaman algunos. Como si necesitásemos de esa confidencia para reconocerlos.

Europa comienza a interesarse por nosotros. ¡Disfrazados con las plumas o el chiripá que nos atribuye, alcanzaríamos un éxito clamoroso! ¡Lástimas que nuestra sinceridad nos obligue a desilusionarla… a presentarnos como somos; aunque sea incapaz de diferenciarnos… aunque estemos seguros de la rechifla!

Llega un momento en que aspiramos a escribir algo peor.

El ombligo no es un órgano tan importante como imaginan ustedes… ¡Señores poetas!

¿Estupidez? ¿Ingenuidad? ¿Política?… «Seamos argentinos», gritan algunos… sin advertir que la nacionalidad es algo tan fatal como la conformación de nuestro esqueleto.

¡Impongámonos ciertas normas para volver a experimentar la complacencia ingenua de violarlas! La rehabilitación de la infidelidad reclama de nosotros un candor semejante. ¡Ruboricemosnos de no poder ruborizarnos y reinventarnos las prohibiciones que nos convengan, antes de que la libertad alcance a esclavizarnos completamente!

Un libro debe constituirse como un reloj, y venderse como un salchichón.

Con la poesía sucede lo mismo que con las mujeres: llega un momento en que la única actitud respetuosa consiste en levantarles la pollera.

¿Cómo dejar de admirar la prodigalidad y la perfección con que la mayoría de nuestros poetas logra el prestigio de realizar el vacío absoluto?

La vida es un largo embrutecimiento. La costumbre nos teje, diariamente, una telaraña en las pupilas; poco a poco nos aprisiona la sintaxis, el diccionario; los mosquitos pueden volar tocando la corneta, carecemos del coraje de llamarlos arcángeles, y cuando deseamos viajar nos dirigimos a una agencia de vapores en vez de metamorfosear una silla en un trasatlántico.

Aunque ellos mismos lo ignoren, ningún creador escribe para los otros, ni para sí mismo, ni mucho menos, para satisfacer un anhelo de creación, sino porque no puede dejar de escribir.

La poesía siempre es lo otro, aquello que todos ignoran hasta que lo descubre un verdadero poeta.

Hasta Darío no existía un idioma tan rudo y maloliente como el español.

Segura de saber donde se hospeda la poesía, existe siempre una multitud impaciente y apresurada que corre en su busca pero, al llegar donde le han dicho que se aloja y preguntar por ella, invariablemente se le contesta: Se ha mudado.

Sólo después de arrojarlo todo por la borda somos capaces de ascender hacia nuestra propia nada.

Ambicionamos no plagiarnos ni a nosotros mismos, a ser siempre distintos, a renovarnos en cada poema, pero a medida que se acumulan y forman nuestra escuela o frondosa producción, debemos reconocer que a lo largo de nuestra existencia hemos escrito un solo y único poema.

 

De Membretes (1932)

GIRONDO, Oliverio, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía/Calcomanías y otros poemas, Madrid, Visor libros, 1995. Pág. 95-97.

[symple_divider style=»solid» margin_top=»20″ margin_bottom=»20″]

Manifiesto| de Nicanor Parra

Señoras y señores
Ésta es nuestra última palabra.
—Nuestra primera y última palabra—
Los poetas bajaron del Olimpo.

Para nuestros mayores
La poesía fue un objeto de lujo
Pero para nosotros
Es un artículo de primera necesidad:
No podemos vivir sin poesía.

A diferencia de nuestros mayores
—Y esto lo digo con todo respeto—
Nosotros sostenemos
Que el poeta no es un alquimista
El poeta es un hombre como todos
Un albañil que construye su muro:
Un constructor de puertas y ventanas.

Nosotros conversamos
En el lenguaje de todos los días
No creemos en signos cabalísticos.

Además una cosa:
El poeta está ahí
Para que el árbol no crezca torcido.

Este es nuestro mensaje.
Nosotros denunciamos al poeta demiurgo
Al poeta Barata
Al poeta Ratón de Biblioteca.
Todos estos señores
—Y esto lo digo con mucho respeto—
Deben ser procesados y juzgados
Por construir castillos en el aire
Por malgastar el espacio y el tiempo
Redactando sonetos a la luna
Por agrupar palabras al azar
A la última moda de París.
Para nosotros no:
El pensamiento no nace en la boca
Nace en el corazón del corazón.

Nosotros repudiamos
La poesía de gafas obscuras
La poesía de capa y espada
La poesía de sombrero alón.
Propiciamos en cambio
La poesía a ojo desnudo
La poesía a pecho descubierto
La poesía a cabeza desnuda.

No creemos en ninfas ni tritones.
La poesía tiene que ser esto:
Una muchacha rodeada de espigas
O no ser absolutamente nada.

Ahora bien, en el plano político
Ellos, nuestros abuelos inmediatos,
¡Nuestros buenos abuelos inmediatos!
Se retractaron y se dispersaron
Al pasar por el prisma de cristal.
Unos pocos se hicieron comunistas.
Yo no sé si lo fueron realmente.
Supongamos que fueron comunistas,
Lo que sé es una cosa:
Que no fueron poetas populares,
Fueron unos reverendos poetas burgueses.

Hay que decir las cosas como son:
Sólo uno que otro
Supo llegar al corazón del pueblo.
Cada vez que pudieron
Se declararon de palabra y de hecho
Contra la poesía dirigida
Contra la poesía del presente
Contra la poesía proletaria.

Aceptemos que fueron comunistas
Pero la poesía fue un desastre
Surrealismo de segunda mano
Decadentismo de tercera mano,
Tablas viejas devueltas por el mar.
Poesía adjetiva
Poesía nasal y gutural
Poesía arbitraria
Poesía copiada de los libros
Poesía basada
En la revolución de la palabra
En circunstancias de que debe fundarse
En la revolución de las ideas.
Poesía de círculo vicioso
Para media docena de elegidos:
«Libertad absoluta de expresión».
Hoy nos hacemos cruces preguntando
Para qué escribirían esas cosas
¿Para asustar al pequeño burgués?
¡Tiempo perdido miserablemente!
El pequeño burgués no reacciona
Sino cuando se trata del estómago.

¡Qué lo van a asustar con poesías!

La situación es ésta:
Mientras ellos estaban
Por una poesía del crepúsculo
Por una poesía de la noche
Nosotros propugnamos
La poesía del amanecer.
Este es nuestro mensaje,
Los resplandores de la poesía
Deben llegar a todos por igual
La poesía alcanza para todos.

Nada más, compañeros
Nosotros condenamos
—Y esto sí que lo digo con respeto—
La poesía de pequeño dios
La poesía de vaca sagrada
La poesía de toro furioso.

Contra la poesía de las nubes
Nosotros oponemos
La poesía de la tierra firme
—Cabeza fría, corazón caliente
Somos tierrafirmistas decididos—
Contra la poesía de café
La poesía de la naturaleza
Contra la poesía de salón
La poesía de la plaza pública
La poesía de protesta social.

Los poetas bajaron del Olimpo.

 

Poema publicado individualmente en 1963 y luego añadido en la Obra gruesa (1969).

PARRA, Nicanor, Obra gruesa, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1969. Pág. 211-214.

[symple_divider style=»solid» margin_top=»20″ margin_bottom=»20″]

Ars poétique| de Rodrigo Lira

para la galería imaginaria

Que el verso sea como una ganzúa
Para entrar a robar de noche
Al diccionario     a la luz
De una linterna
sorda como
Tapia
Muro de los Lamentos
Lamidos
Paredes de Oído!
cae un Rocket pasa un Mirage
los ventanales quedaron temblando
Estamos en el siglo de las neuras y las siglas
y las siglas
son los nervios, son los nervios
El vigor verdadero reside en el bolsillo
es la chequera
El músculo se vende en paquetes por Correos
la ambición
no descansa la poesía
está c
ol
g
an
do
en la dirección de Bibliotecas Archivos y Museos en Artí
culos de lujo, de primera necesidad,
oh, poetas! No cantéis
a las rosas, oh, dejadlas madurar y hacedlas
mermelada de mosqueta en el poema

 

El Autor pide al Lector diScurpas por la molestia (Su Propinaes Misuerdo)

[symple_divider style=»solid» margin_top=»20″ margin_bottom=»20″]

Ars poétique, deux| de Rodrigo Lira

Porque escribo estoy así Por
Qué escribí porque escribí ′es
Toy vivo′, la poesía
Terminóo con-
migo.
huero V a c u o
gastado e in-nútil  ejer-
Cisio: «el adjetivo mata, Matta…!»
Fri-volidad  ociosa, tediosa y
Esporádica
-hasta un cierto punto:

sobrevivo a una muerte
que podría vivirse. Ademáas,
la poesía
Me abandona a medio día;
cuando escriba,
no conduzca no
Corra: poesía hay en todas partes
Sólo para n o s o t r o s mueren
todas las cosas      el Sol:
bajo        nada
Nuevo: decadentismo de tercera
Mano a mano hemos quedado
a o a  a o    o      a o
los poetas
e
son unos pequeñísimos reptiles:
ni alquimistas ni
albañiles ni
andinistas: bajaron del monte
Olimpo, cayeron de la montaña
Rusa se sa-
caron la cresta paaalabaraa
en la noche ya nada.
en la noche ya nada
está en calma Poetry
May be Hazardous (1) to Your
Health
¡Oh, Poesíiah!
Il nostro
Ayuntamiento
k
a c a b a/
a    a

 

LIRA, Rodrigo, Proyecto de Obras Completas, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2003. Pág. 33-35.

(1) Can Seriosly Damage (it was determined so  later that the statement quoted supra)

4 comentario en “Día Mundial de la poesía: la poesía según los poetas”

  1. Pingback: «Hallali», una plaquette traducida de Vicente Huidobro | Revista Aullido.
  2. Trackback: «Hallali», una plaquette traducida de Vicente Huidobro | Revista Aullido.
  3. Trackback: My Homepage
  4. Pingback: Cinco textos del poemario «Molino rojo» de Jacobo Fijman |Revista Aullido
  5. Trackback: Cinco textos del poemario «Molino rojo» de Jacobo Fijman |Revista Aullido
  6. Pingback: Desde Macedonia seis textos de Sanja Atanasovska | Revista Aullido.
  7. Trackback: Desde Macedonia seis textos de Sanja Atanasovska | Revista Aullido.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *