Reseña: «Dark Water», de Koji Suzuki

Escribe| José Manuel Romero Santos

darkwaterEditorial: Satori (2015)
Nº de páginas: 240 págs
ISBN: 9788494286193

Koji Suzuki es sin duda conocido por ser el autor de la trilogía de terror Ringu (The Ring), cuya primera parte fue llevada al cine de la mano de Hideo Nakata. Inevitablemente, pues, su fama procede en buena medida de este éxito cinematográfico. El largometraje, sin embargo, no hace absoluta justicia a la versión original de la historia: el género que practica Koji Suzuki tiende más al del horror psicológico que al del terror sobrenatural, con su excesivo despliegue macabro de fantasmagorías y monstruos inverosímiles. Los cuentos recogidos en Dark water (1996) siguen la misma línea.

Dark water es una colección de cuentos de horror psicológico ambientada en Japón y con un denominador común: el agua. El agua, como es bien sabido, es vehículo y símbolo de vida, pero también de muerte. Este doble significado es explotado a lo largo de siete cuentos (enmarcados entre un prólogo y un epílogo que dan sentido al conjunto y coronados por un pequeño ensayo de Jesús Palacios); siete cuentos, decimos, en los que el agua se convierte en tema central de una lucha de las pasiones humanas, una exploración psicológica de los miedos más primitivos del hombre.

Especialmente memorable es el primer texto de la colección, Agua que se agita, en el que una madre soltera y su hija de seis años se enfrentan a una macabra posibilidad: posibilidad sin resolver y por eso terrorífica; la posibilidad de que el tanque de agua potable del edificio de apartamentos en el que viven no sea tal, sino la tumba acuática de una niña desaparecida tiempo atrás en el mismo edificio. Son posibilidades que hallarían una fácil solución en una explicación metafísica, pero también, haciendo un esfuerzo mental, en una explicación lógica. Esta es la clave de los cuentos de Koji Suzuki: nadar entre dos aguas.

Igualmente notables son dos cuentos que explotan el mito del barco fantasma: hablamos de Un crucero de ensueño y de El barco a la deriva, dos textos en los que el tema de la soledad se hace evidente: Suzuki no es solo un autor de textos de terror más; es un sofisticado cirujano de las emociones humanas, tan oscuras y movedizas como las aguas que inundan la colección. En este sentido, La acuarela es un inteligente estudio metaficticio, un juego de espejos que, por otro lado, resulta un esfuerzo anecdótico (característica común de la mayoría de experimentos posmodernos). Ligermente decepcionante es también el último cuento, El bosque en el fondo del mar, eslabón que cierra la cadena iniciada en el prólogo y terminada con el epílogo. El bosque en el fondo del mar es una historia de supervivencia entretenida, pero en última instancia moralista, desentonando, a mi juicio, con el resto de la colección. En la misma línea más realista encontramos Isla solitaria, una genial historia situada principalmente en la Daiba VI, una isla artificial que sirvió hace varias décadas de soporte para baterías de artillería.

Por último, El agujero es una narración digna de Poe, de Hodgson o Lovecraft: un padre de familia emocionalmente inestable y con pérdidas de memoria es incapaz de dar con su esposa. A bordo de su barco pesquero recordará finalmente el terrible paradero de la mujer.

Estos siete cuentos son un delicioso conjunto de ficciones que no decepcionarán ni a los fanáticos del género de terror per se ni a los lectores más apegados al realismo; ni a los lectores en busca de un pasatiempo absorvente ni a los lectores más ambiciosos que afrontan la lectura como espejo, como agua en la que contemplarse.

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